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El directivo que protege demasiado ahoga a la larga a su equipo

El directivo que protege demasiado ahoga a la larga a su equipo

La naturaleza nos demuestra que la sobreprotección ahoga. El abuso de las cesáreas en los partos evita que los bebés entren en contacto con las bacterias con las que se encuentra en partos naturales, que sirven para desarrollar anticuerpos. El exceso de protección con el sol está provocando que niños bien alimentados de países desarrollados carezcan de vitamina D. La súper-esterilización lleva a más casos de alergias. El cuidado a las caídas y a los golpes está creando niños que no han gateado lo suficiente y cuyo desarrollo neuronal es inmaduro, porque el gateo conlleva ejercicios importantísimos para reforzar conexiones nerviosas, como el mirar de lejos a cerca o la coordinación.

Algo parecido pasa en las empresas. Los buenos directores no son los que siempre supervisan el trabajo de los equipos, no dejándoles que nada salga sin su revisión. Los equipos bajan la guardia cuando saben que alguien va a responsabilizarse de corregir los errores o de tomar las decisiones. Un colaborador debe empezar a tomar decisiones desde el primer día. Si no no podremos crear líderes dentro del equipo.

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