
El mejor prologo del mundo
Como ya he contado en este blog, he escrito un capítulo en el libro Instintos Laborales, una obra coordinada por Alberto Blázquez con el entusiasmo de un grupo de coautores.
Mi capítulo habla de una mujer que lucha por sobrevivir, entre la pasión y el caos del día a día. Aprende de la vida y de sus hijos. Y casualmente llega a la misma conclusión que yo: «nos apasiona aquello en lo que somos buenos y nos aburre lo que se nos da regular». Y con el ejercicio todavía nos volvemos mejores en lo primero y peores en lo segundo. Si nos empeñamos en hacer lo que no nos gusta nos volvemos mediocres en todo. Perdemos la fuerza que nos hace ser brillantes en algunos aspectos. Es el «liderazgo imperfecto”.
Mi hijo escribió el prólogo a mi capítulo. Para mi el mejor prologo del mundo.
Gasolina para la mente. Eso es para Núria Vilanova la esencia de los sueños e ilusiones. Lo cuenta, con gracia y desparpajo, en una historia optimista de cómo una mujer, madre, trabajadora y empresaria tira para delante… Y encima con éxito.
Porque en este cuento no hay superhéroes. Hay una persona normal con una fuerza de voluntad extraordinaria. Lo importante no es el coche, sino el combustible (nuestras ideas, sueños y retos) que mueve nuestra exis- tencia y nos hace crecer como personas. ¿De qué nos sirve un Ferrari cogiendo polvo en el garaje? Y aunque no lleguemos a la meta, nunca habrá sido un viaje en vano.
Del fracaso también se aprende y mucho. Nuestro camino por la vida es un continuo aprendizaje. Es humano caer, no se puede castigar uno por ello, pero nuestra obligación es levantarnos y volver a intentarlo. Luchar por lo que creemos importante.
Hace tiempo me contaron un cuento de Jorge Bucay sobre un elefante que desde muy pequeño estaba cautivo en un circo. El propietario le mantenía atado a una estaca a la entrada del espectáculo. El elefante luchaba contra esta situación humillante e intentaba irse pero no tenía fuerza para romper las cadenas. Así estuvo luchando durante meses hasta que un día se rindió. Dejó de intentarlo, se acomodó a su penosa situación y vivió así durante años. Pasaron décadas y se hizo viejo atado a la estaca. Pero un día, un niño que le estaba dando unos cacahuetes para comer obró el milagro. El elefante, para alcanzar la comida, inconscientemente, tiró fuerte de la cadena. Cuál fue su sorpresa al ver cómo la estaca se partió. Por supuesto, después de recuperarse de la sorpresa, se fue feliz.
Pues eso es lo que nos propone Núria, la receta del éxito. Primero, ser sincero con uno mismo. Segundo, ser humilde y reconocer ante los de- más nuestros puntos fuertes y débiles. Tercero, pedir ayuda y formar equipo. Y cuarto, dedicarte con pasión a lo que te gusta y con la ayuda del equipo conseguir llegar a todo. La teoría del liderazgo imperfecto se basa en buscar la perfección como suma de personas que tienen áreas de excelencia, complementarias. Para ello hay que romper nuestras cade- nas, ser valientes, pisar el acelerador y perseguir nuestros sueños. Nos puede caer una multa, tener un accidente, pero peor es ser esclavos del miedo. Todos hemos fracasado en alguna cosa, pero eso no es una excusa para no intentarlo de nuevo.
Puede que este no sea un prólogo objetivo. Núria es mi madre. Pero sí que quiero añadir que siempre he visto en ella la llama de la satisfacción con lo que hace, y que por muchos vendavales y tormentas que ha habido no se ha detenido, si no que ha cogido impulso y ha seguido hacia adelante.
Ferrán Claver