
Si crees que llorar no va contigo atrévete con «El pequeño Marcos» o la importancia del relato en #comunicación
Un sacerdote que tuve el honor de conocer, y que desde entonces me envía mails compartiendo sus vivencias, me ha alegrado el día con un relato maravilloso. Leyéndolo he pensado que nada como la realidad para llegar al corazón. Además, me ha ratificado algo de lo que no tengo ninguna duda: la capacidad de contar historias es la clave de la comunicación. Con todo mi reconocimiento a Marcos Delgado por su esfuerzo por que no nos olvidemos del Niger y de las gentes que habitan estas duras tierras, recordándonos que existen otras maneras de vivir y que nosotros podemos ayudar a cambiar esas vidas. Ojala muchos os animéis a contactar y apoyar a Marcos porque está haciendo mucho bien. Con admiración a marcosdelgadoarce@gmail.com os dejo con su relato.
No, no penséis que voy a hablaros de mi infancia. La mayoría ya la conocéis. No, hoy quiero contaros la historia de este precioso niño que se va llama Marcos y que nació el martes 3 sobre las 12 de la mañana. Es una historia dramática pero, gracias a Dios, con final feliz. Os lo cuento cronológicamente para que os hagáis una idea.
Lunes 2, 18 h:
Suena mi teléfono y veo que es Agustín, el catequista de Kpauya, uno de mis 33 pueblos, y me informa que la mujer del presidente de la comunidad está muy grave. Le digo que me es imposible ir ya que estoy en la ciudad, que mi coche está en el mecánico y que no sé cuando acabaran. Que la traigan al dispensario de Bugu. Vuelvo tarde y cuando paso al dispensario, allí nadie sabe nada.
Martes 3, 7’30 h :
A la salida de la misa, Agustín me está esperando e imagino que el problema continúa. Me informa que la mujer no habla desde el domingo en la mañana, y que tiene como crisis epilépticas. Enseguida nos ponemos en marcha y después de quince minutos de mal camino, el espectáculo que encuentro es increíble. En el centro de la casa, de techo de paja, sobre una estela de plástico se encuentra Teresa, inconsciente, con espasmos. Varios paños acogen su cabeza en forma de almohada. La llamo, intento menearla y nada, totalmente inconsciente. Al mismo tiempo me doy cuenta que está embarazada y calculo que estará del cuarto o quinto mes. Todos dudamos si verdaderamente merece la pena llevarla al hospital pues pensamos que no hay solución ya que está en estado muy grave. El marido me dice que el mismo sábado estuvieron en la maternidad de Bugu y que ya no tiene un duro. En un segundo de luz, decido llamar a Irene, la enfermera jefe de Bugu, que es cristiana. Me dice que si no está consciente tengo que llevarla directamente a Djougou, al hospital de la capital. ¡Ya me veo con otro problema! No quiero gastar dinero inútilmente como en otros casos. Me dice que va a consultar la matrona y cuál es mi sorpresa cuando me vuelve a llamar para decirme que la mama está ya de nueve meses y que la lleve sin dudarlo. No hay otra solución aunque solo sea para salvar al niñ@ que lleva en su seno. Digo a Irene que me prepare los papeles para su traslado a Djougou, que nos ponemos en camino.
Entre Agustín, su marido y yo conseguimos sacarla, no sin esfuerzo y ahora más inconsciente, y recorrer los 200 metros que separan su casa de donde hemos podido dejar el coche. En el camino parece que está como muerta. Voy pensando que no podrá salir de esta y qué es lo que vamos hacer con el niño si ella muere ya que no tienen familia en la región, pues son de origen togolés.
Cuando llegamos al dispensario de Bugu los papeles están ya listos y continuamos la ruta hasta llegar al hospital de Djougou. Treinta y cinco km eternos. En la maternidad, la ecografía nos asegura que el niñ@ está bien y que van a hacer la cesarea. Inconsciente, la meten en el quirófano y, después de dejarles dinero, me vuelvo a Bugu pues en la tarde tengo que ir a celebrar a otro pueblo.
Son las dos de la tarde cuando me llaman para decirme que todo ha salido bien, que es un varón pero que la mama sigue inconsciente. Le digo a Agustín que tendrán que comprar ropa y leche para él. Me responde que las enfermeras ya se lo han dicho.
Miércoles 4 Septiembre, 10h :
Viaje al hospital y el padre me recibe muy contento dándome las gracias. Me conducen a la habitación G donde se encuentran la madre y el niño. Otras cuatro mujeres están hospitalizadas. La madre sigue inconsciente pero reacciona ante mi pellizco en el brazo, signo de que por lo menos no está en coma. No podemos hacer otra cosa que esperar y confiar. Esta mañana hemos celebrado la misa por ella. Me voy a hacer cosas en la ciudad pero les prometo que volveré a pasar antes de marchar a Bugu. Con dos jóvenes de Bugu comemos sokuru (Ñame pilado) y luego deciden acompañarme para ver al niño. Saludamos y todo parece igual hasta que ante los saludos en kabie, su lengua, de una de las jóvenes, la mama reacciona moviendo la cabeza. Es un buen signo y la alegría nos invade. Entre risas decidimos que el niño se llamará Marcos, porque es igual de guapo que yo. (jajajaja).
Jueves 5 Septiembre, 8h :
Duermo ya mas tranquilo y en la mañana llamo por teléfono a Agustín y me dice que la mama se ha despertado pero que no dice más que palabras sin sentido y que no entienden nada pero para mí ya es un buen signo, o eso parece.
Viernes 6 Septiembre, 10h :
Otra vez a la ciudad, solo son 32 km, y cuál es mi sorpresa cuando me encuentro a la mama atada de pies y manos, gritando y hablando sin sentido. Agustín me dice que lleva 20 horas sin dormir. Parece una loca en estado de crisis. El pesimismo vuelve a surgir entre nosotros aunque el niño sigue bien y toma bien la leche, dada con una gran jeringa. Hablo con los enfermeros para que la seden y que pueda descansar. Hasta ahora solo la veía el ginecólogo. Me vuelvo a casa pensando que si se va a quedar en ese estado mejor que se hubiese muerto.
Sábado 7 Septiembre, 6,30h :
Cuando estoy a punto de tocar las campanas para la misa matinal, suena el teléfono. Es Agustín. Me temo lo peor. Pregunto qué pasa y me dice: » Padre, a las dos de la mañana Therese se ha despertado diciendo que tiene hambre y ha comido un poco «. ¡Gracias Dios! ¡Las campanas han sonado más fuerte que nunca!
Domingo 8 Septiembre, 16h :
Después de celebrar tres misas en tres poblados, una buena comida y mejor siesta me resisto a no ir a verlos así que aunque cansado me voy a Djougou. Llego al hospital. Ella duerme. Su marido sonriente y más feliz que nunca vela el suelo de los dos, mujer e hijo. No dejo que la despierte. Me vuelvo a casa feliz.
Lunes 9 Septiembre , 16h :
Este lunes es un viaje más pero muy distinto. Este está lleno de vida. La mama está muy bien aunque aún algo cansada y no muy habladora pero el padre no deja de decir que es un milagro. ¡Ni que lo digas!, pienso yo.
Llegamos al pueblo y toda la gente ha salido a recibirnos entre gestos de sorpresa y admiración.
Como veis un final feliz que no siempre ocurre. El futuro está aún por escribir
Un saludo desde Benin.
Marcos Delgado ( marcosdelgadoarce@gmail.com)